Por Yury Emilio Buaiz.- A finales de los años 90 era un muchacho cuando le conocí. Dice uno
muchacho pero era un niño. Esta manera de decir muchacho es muy
nuestra. Siempre sus ojos brillaron de alegría y fervor. Anahi Arizmendi
disfrutaba de la lucha de los niños-muchachos y niñas-muchachas por sus
derechos. Nos reuníamos en cualquier parte.
En el Consejo Nacional de
Derechos del Niño ya en el 2000. Quien no disfruta de verlos y verlas
labrar su propio futuro desde el presente? Intercambiabamos miradas
Anahi, los demás consejeros y consejeras cada vez que tomaba la palabra.
Un día deje de verlo personalmente pero como decimos siempre "no le
perdía la pista".
Años más tarde, en algún momento iba a la Defensoría
del Pueblo y lo conseguí junto al Teresa Carreño. Me alcanzó a saludar y
me dijo: "Yuri voy a estudiar derecho y sabes quiero ser
revolucionario, quiero militar en la izquierda. .." hablamos un rato y
aquel que conocí niño-muchacho ya era un joven con tanta madurez y
seguridad que me plenó de orgullo el saber que la conciencia por los
derechos humanos en una visión avanzada de transformación revolucionaria
de la sociedad es una herramienta para forjar la conciencia política.
Una u otra vez volví a verle personalmente y hablamos poco, pero al
verlo en aquel año 2004 en las pantallas de la Tv como dirigente
estudiantil revolucionario me causó tanta admiración y me dije Robert
cumplió su palabra: " es un revolucionario". Batalla tras batalla, al
lado del pueblo, constante y sin descanso en estudio y compromiso le vi
entonces transitar el sendero que hace mucho dijo el Che Guevara,
graduándose del más alto escalón que puede aspirar un ser humano: el de
revolucionario.
No cesó ni descansó un segundo desde ser aquel
niño-muchacho en su formación ideológica elevando cada día su espíritu
combativo y la sensibilidad humana y social. Ese muchacho le han
arrancado la vida física porque era demasiado noble y digno para las
huestes del fascismo. A ese muchacho no podían dejarlo seguir volando en
libertad porque era demasiado oxígeno para la vida. Era muy hijo del
Comandante eterno y resulta peligrosa una fiel descendencia como la de
Robert. Cuanto dolor e impotencia hoy ante la nefasta noticia de su vil y
cobarde asesinato, al tiempo que un enredo de sentimientos entre la
rabia y la esperanza me embargan. Arrechera me da su muerte en manos de
los asesinos brutales (materiales e intelectuales), arrechera por tanto
odio que encarnan y practican. Arrechera porque asesinan la vida física,
pero tengo la certeza que nunca asesinarán la obra, el pensamiento y
menos la dignidad revolucionaria. Arrechera por el ensañamiento contra
Robert y Maria que lleva nombre de pueblo.
Asesinarlo junto a María es
el mensaje de la derecha rugiendo con sus fauces como es capaz de matar
todo aquello que asemeje a pueblo y revolución. Arrechera tengo por
tanta miseria humana de aquellos que disfrutan ante la muerte porque
piensan (creen que piensan?) diferente. Pero junto a la arrechera se me
junta la esperanza. Esperanza al ver el amor que fue brillo en mirada,
sentimiento y obra de un joven-muchacho revolucionario, porque tengo la
certeza que en la patria de Bolívar y Chavez hay millones Robert Serra y
millones Maria Herrera. Esperanza porque veo al pueblo también
brillando de amor a pesar de la oscurana del odio fascista. Esperanza
lléname de un poco de alegría en esta hora de múltiple tristeza. Robert
Serra y Maria Herrera viven y vivirán por siempre. Hasta la victoria
siempre ...y más allá de los tiempos...!
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